SÉPTIMO DÍA DE LA CUARTA SEMANA HACIA SHAVUOT

​“Cuidado que no se encuentren ustedes
luchando contra Elohim”.
​Hechos 5:39

Los seguidores de Yahshúa cumplieron con las instrucciones que su Maestro les había dado. Su compromiso los llevó a tener que enfrentar injustos juicios a los que fueron sometidos por los miembros de Sanhedrín, tribunal supremo de los yahuditas que era dirigido por el mismo sumo sacerdote que ocupaba el puesto durante el ministerio de Yahshúa: el saduceo Caifás. (Hechos 5:17) Este fue el hombre que profetizó, aunque no se sí mismo, que Yahshúa moriría por la nación. Fue el mismo hombre que acusó a Yahshúa de blasfemador. (Mateo 26:65).

A los seguidores de Yahshúa se les acusaba de desobedecer las órdenes expresas del Sanhedrín en las que se les pedía que callaran de hablar de Yahshúa y de su resurrección. Injustamente, fueron llevados a la cárcel con la gran bendición de un mensajero del cielo abrirles las puertas para que siguieran predicándole al pueblo. Antes esta encomienda, al amanecer entraron al Templo y se pusieron a enseñar. La sorpresa fue para los aguaciles a quienes se les dio la encomienda de buscar a los que estaban presos, pero encontraron la cárcel cerrada y nadie dentro.

Una declaración sorprendente se escuchó dejando los rostros perplejos de los presentes: “Los hombres que ustedes pusieron en la cárcel están parados en el Templo enseñando al pueblo”. (Hechos 5:25) Una vez más, los traen al Sanhedrín pero ahora con una advertencia directa del sumo sacerdote Caifás: “Después de
traerlos, los presentaron ante el Sanhedrín, y el sumo sacerdote les preguntó: ¿No les ordenamos estrictamente que no enseñaran en ese nombre? ¡Y miren cómo han llenado a Yerushaláyim de su enseñanza, y quieren hacernos responsables de la sangre de ese hombre!” (Hechos 5:27, 28).

La respuesta de Shimón Kefá no se hizo esperar: “Hay que obedecer a Elohim antes que a los hombres. El Elohim de nuestros padres resucitó a Yahshúa, a quien ustedes mataron colgándolo de un tronco. A este, Elohim lo ensalzó con su diestra para ser Príncipe y Salvador, para darle a Yisrael arrepentimiento y perdón de pecados. Nosotros somos testigos de estas cosas y también lo es el espíritu de santidad que Yahwéh ha dado a los que le obedecen”. (Hechos 5:29-32) Convencidos de un conocimiento privilegiado, los Doce enfrentaron la autoridad del Sanhedrín. La sola mención de que estaban facultados por las fuerzas del espíritu de santidad llevó a los miembros del Sanhedrín a enfurecerse al extremo de querer darle muerte como lo habían hecho con Yahshúa.

En lo que respecta al cuidado de Yahwéh, el instrumento que usó en defensa de los Doce fue al sabio Gamaliel, nieto del venerado Hillel. Con respeto, Gamaliel ordenó que los Doce salieran del recinto por un momento para él dirigirse a los miembros del Sanhedrín. Su discurso merece nuestra atención: que dejaran a los Doce tranquilos; si lo que ellos hacen es idea de los hombres, se destruirá; pero si es asunto de Elohim, ustedes no la podrán destruir. Cerró su discurso con la siguiente advertencia:

“Cuidado que no se encuentren ustedes luchando contra Elohim”.  (Hechos 5:39).

Todos estuvieron de acuerdo con lo sugerido por el sabio Gamaliel. Los Doce fueron azotados con la solemne advertencia: “Que no hablaran más en el nombre de Yahshúa”. Los Doce salieron contentos del Sanhedrín por haber sufrido azotes por la causa de Yahshúa. ¿Cuál fue su reacción inmediata? “Todos los días continuaban sin cesar enseñando en el Templo y por las casas, proclamando la buena noticia de que Yahshúa era el Mashíaj”. (Hechos 5:42) Si Yahshúa transformó la vida de aquellos doce hombres y varias mujeres para que le siguieran, hoy damos fe que también transformó las nuestras. ¡Ya no somos la mismas personas después de encontrarnos con Él! Por eso nos corresponde decir en este atardecer:

​“Hoy es el séptimo día de la cuarta semana hacia Shavuot, la Fiesta de la transformación”.

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Pastor Carlos Alemán Cotto